1. Su antropología: “El ser y Dios”
Tillich insiste
que el hombre como ser existencial es confrontado diariamente con su finitud. Esta
finitud se confirma mediante la muerte,
y la muerte le recuerda al hombre su limitación existencial. El hombre
vive, según Tillich, constantemente bajo la amenaza del “no-ser”.
Frente a esta amenaza, surge la pregunta respecto a Dios, y éste interrogante presupone que
el hombre es consciente de lo infinito y eterno.
La fe en Dios, por tanto, es la expresión de la “preocupación última del hombre y lo que determina la existencia
misma del “ser”.
Pero el hombre siempre
corre el riesgo de poner su confianza (“preocupación última”) en aquello que no es
Dios, es decir, en las cosas de esta vida (dinero, gobiernos, logros
personales), plenamente convencido que en ellas encontrará la respuesta de su
existencia. A esto último llamamos idolatría:
la amistad con las cosas vacías de esta vida, que toman el lugar de un dios,
y esclavizan a la persona.
El hombre, como se
ha mencionado previamente, no debe cometer el error de buscar a Dios como si
éste fuera un ente más u otro dios, puesto que Dios es en realidad el “fundamento último del ser.” En
otras palabras, Dios no es
un “ser” más
entre otros “seres,” sino que Él es “el ser mismo” o “fundamento del ser”. Dios no puede ser definido o comprendido en
base a la razón finita o conceptos humanos. Únicamente se lo puede conocer
fuera de toda categoría finita/humana.
Entonces, ¿cómo
llega el hombre a conocer a Dios? Mediante la fe y la revelación,
argumenta Tillich. Dios solo puede ser conocido en la esfera de lo infinito. De
este modo, cuando el hombre conoce a Dios es inmediatamente libertado de la
ansiedad del “no
ser” y de todos los ídolos, y le es concedido por Dios “el coraje de ser”, es decir, la
capacidad de vivir una nueva realidad existencial.
La nueva
existencia, por tanto, se concretiza en la máxima y última revelación de Dios, Jesucristo, el “nuevo ser” o “nuevo hombre.” En
Jesucristo, el hombre deja de ser existencia vana, finita, para llegar a ser existencia plena, contenedor de la vida
infinita. Esta última observación nos abre el camino hacia nuestro segundo
tema: “la
existencia y Cristo.”
2. Su
cristología: “La existencia y
Cristo”
Tres asuntos
importantes nos conciernen aquí: primero, la explicación que da Tillich
respecto a Cristo como símbolo; segundo, sus observaciones en cuanto a Cristo
como la revelación misma de Dios y tercero, sus reflexiones en relación a
Cristo como el “nuevo
ser” que redefine la existencia humana.
Para Tillich “Cristo” es el símbolo supremo
de redención. Pero
el término “símbolo,”
aplicado a Cristo, no debe entenderse como algo “irreal,” como
lo entienden muchas personas. Tillich argumenta que el símbolo no solo “contiene verdad” sino que
también “es
verdad.” El símbolo
“contiene verdad” ya que corresponde a la revelación que
expresa, y “es
verdad” pues es la expresión de la auténtica revelación. Además, añade que el
símbolo religioso cumple una doble función, a saber, revela lo divino en lo
humano y lo humano en lo divino.
Cristo es
ciertamente símbolo de la verdad última, pero Cristo no es para Tillich Dios
encarnado. Él entiende que la frase “Dios se hizo hombre” es absurda, pues afirmar tal
cosa carecería de sentido, ya que implicaría que Dios deja de ser
Dios al volverse hombre. Y Tillich añade, “la única cosa que Dios no puede hacer es dejar de ser Dios.” Por eso él prefiere la expresión juanina “la palabra se hizo carne” para referirse a
la auto-revelación o manifestación de Dios. Esta revelación de Dios como “la palabra,” que toma forma en
Jesús como “el Cristo,” es la expresión última del amor de Dios hacia el mundo.
Finalmente, el
problema de la existencia del hombre se resuelve con la venida de Jesucristo. Como “el Cristo,” Jesús es
el símbolo del “nuevo
ser.” Él voluntariamente participa en la finitud del hombre, venciendo
así su estado de alineación para implantar de esta manera una nueva realidad en la vida humana.
El triunfo de Cristo es representado mediante la crucifixión y la resurrección.
Tillich cree que la crucifixión y resurrección son símbolos que revelan la
oscuridad última de la vida humana (crucifixión), y la conquista sobre la
existencia alienada del hombre (resurrección). Mediante estos símbolos la relación
hombre-Dios es restituida. La persona que se halla “en Cristo” participa de la
realidad del “nuevo ser.”
3. Observaciones
Concluiremos con
dos observaciones prácticas extraídas del pensamiento de Tillich.
Primero, Tillich
nos infunde un sentido de temor reverente cuando se refiere a Dios. No podemos
definir a Dios en términos lógicos o en base a la razón humana, ni tampoco
debemos igualar a Dios con otros dioses (ídolos), sino más bien necesitamos
conocerlo en la esfera de lo divino, como trascendente y único, llegando a Él
por medio de la revelación.
Esto sin duda nos
ayuda no solo a despojarnos de nuestros conceptos errados de quien es Dios,
sino que también nos capacita para dar a conocer a Dios como realmente es. La
comprensión clara de quien es Dios guarda al hombre de caer en la idolatría, es
decir, de depositar su confianza en aquello que no es Dios (por ejemplo, la
religión).
Segundo, el
conocimiento de Dios, del cual venimos hablando, se esclarece mediante la
revelación de Jesucristo como “la palabra (verbo) de Dios.” La “palabra” expresa la realidad y propósito de Dios; propósito que consiste
en redimir la existencia alienada del hombre. Tal verdad, como la expresa
Tillich, nos impulsa y urge a la misión
evangelística, pues no podemos dejar de anunciar la maravillosa obra
reconciliadora de Cristo.