1.
Un
protestante combativo en el Consejo Mundial de iglesias.
A
principios de 1900 Barth realizó su carrera de teología en varios lugares de
Alemania. En 1919, su libro “La
epístola a los romanos” lo ubicó
como un teólogo celebre en el ámbito lingüístico alemán. Enseña en la
universidad de Basilea. En 1948
participa en Ámsterdam en la Primera Conferencia Mundial de las Iglesias, allí aprendió
que en la teología científica tenía que haber algo así como un ecumenismo. Pero
el Papa de Roma no participo de esa asamblea ecuménica, con lo cual Barth hizo
sus profundas críticas, a tal punto ve no darles la menor cabida en las
liberaciones de dicho encuentro.
2.
Crítica
del catolicismo Romano.
La crítica de
Barth al catolicismo tenía raíces teológicas más profundas y se remontaba a
tiempo atrás. Su centro de actividad Munster:
allí estaba presente el dogmatismo católico, en ese lugar estudió intensamente a Tomas de Aquino y a Anselmo, y fue allí mismo donde invitó a participar en un
seminario a un teólogo católico, el jesuita, Erich Przywara. Este teólogo católico afirmó a Karl Barth en su
teología, haciendo crítica de la iglesia
católica, al pretender apoderarse de la revelación de Dios disponiendo a
voluntad la gracia sin dejar que Dios fuera Dios o que el hombre fuera hombre.
El catolicismo Romano es una interpelación
a la iglesia protestante como lo titulo Barth, quien pretende un
protestantismo centrado en su causa evangélica. Ello significa: el mundo es mundo, el hombre es hombre, Dios es Dios y reconciliación solo hay en
Jesucristo. Curiosamente la teología católica empezó a tener en cuenta a Barth.
3.
Intento
de aproximación por el lado católico.
Fue otro
teólogo, discípulo de Przywara,
llamado Hans Urs von Balthasar,
quien escribió el libro que abriría a la teología católica el camino de la
aproximación interior a la teología de Barth. A este teólogo católico, le
fascinaba la interpretación de Barth sobre la predestinación, una interpretación que suprime el dualismo agustiniano-calvinista para convertirlo en un
universalismo cristiano que hace pensar en Orígenes: el centro que es Cristo procura una multi-unidad de la
redención. Un cristocentrismo que ahora también posibilitaría una nueva
definición de fe y conocimiento, naturaleza y gracia, castigo y salvación para
protestantes y católicos de igual modo.
Barth en la “Dogmática”, escribe: “yo tengo a la analogía entis por la
invención del anticristo y pienso que causa de ella no se puede ser católico.
Solo se comprende esa polémica que ve en la analogía del ser niveladora de Dios
y hombre, lo anticristiano por excelencia”. Barth protesta contra el Catolicismo Romano que puso a la misma altura a Dios y al
hombre estableciendo una reciprocidad entre
Dios y hombre, naturaleza y gracia, razón y fe, filosofía y teología.
Barth lucha
contra el neo-protestantismo liberal
que tomaba como punto de orientación solamente al hombre religioso, al
hombre piadoso y no a Dios y su revelación. Debido a esa igualdad entre Dios y
el hombre ¿no consideraron los cristianos alemanes protestantes el nacional
socialismo como una especie de nueva revelación, y llegaron a ver en Adolf
Hitler un nuevo Lutero, más aun, un nuevo Jesucristo?
Para Barth se
hacía evidente el peligro que comportaba en el terreno político una teología
natural cristiana.
4.
Consenso
ecuménico
Desde los
tiempos de la Reforma
y del Concilio de Trento, se ha
considerado como el impedimento básico para un acercamiento de protestantes y
católicos la doctrina de justificación
del pecado.
En la cuestión
de la justificación
los católicos insisten en que la
concesión de la salvación al creyente no depende de la condición humana.
Los luteranos insisten que la
justificación no está limitada al perdón individual de los pecados. El
mensaje de la justificación en su calidad de decisivo desarrollo del centro del evangelio, tiene que ser
discutido a discusión una y otra vez, en cuanto que fundamenta la libertad
cristiana frente a las condiciones que impone la ley para recibir la salvación.
Cuando Barth
sustituyo el título de “Dogmática cristiana” por “Dogmática de la Iglesia” ponía de relieve
que la dogmática no puede ser una
ciencia libre sino vinculada al ámbito de la Iglesia y en ella posible y plena de sentido.
El consenso
ecuménico se volvió dificultoso cuando se abordó el tema de la estructura de la
organización y de la política práctica de la iglesia.
5.
El Concilio Vaticano II
Dicho concilio
provocó en Barth mucho impacto, dado al doble cambio de paradigma (la
integración del paradigma de la
Reforma y de la modernidad en la Iglesia y teología
católica).
El concilio
incluyó muchos puntos importantes para
los reformadores, (desde la revaloración de la Biblia, de la predicación
de los laicos, hasta el empleo de la lengua vernácula en la liturgia), y para la modernidad, (libertad de fe,
de conciencia y de religión, tolerancia y acercamiento ecuménico, nueva actitud
frente a los judíos, a las grandes religiones, y en general al mundo secular).
Barth empezó a maravillarse de la
movilidad que parecía contrastar con un prolongado estancamiento del
protestantismo.
6.
Por
qué es merecedor de crítica el paradigma de la modernidad
¿Dónde hay que
situar a Barth en la historia de la teología?
Barth es el
iniciador de un paradigma postmoderno de teología. Esto quiere decir que a
quienes desprecian a Barth, que él es el iniciador principal de teología que ya
se dibujaba en aquel entonces. Y para los que lo veneran, sin espíritu crítico,
Barth es el iniciador, pero no llevó a su plenitud tal paradigma. Después de la
primera guerra mundial, Barth fue de un paradigma moderno a una hondísima crisis. La teología personal evolucionó,
por eso, a una teología de la crisis,
que en 1918 con la caída del imperio
alemán, con el cese de los príncipes territoriales como jefes de la Iglesia, con los Estados
Unidos pisando suelo europeo, con la revolución rusa, y los disturbios sociales
de Alemania cobró un transfondo dramático.
7.
Iniciador
del paradigma teológico postmoderno
Barth movilizó
después de la guerra como ningún otro, la fuerza crítica de la fe y exigió
programáticamente, partiendo de la
Epístola a los romanos el giro hacia una teología de la palabra, denominada a
menudo teología de la dialéctica. Y
eso significaba retroceder hasta antes de Schleiermacher,
pero sí avanzar más allá de Schleiermacher:
·
Dejar antropocentrismo moderno y acercarse a un
nuevo geocentrismo.
·
Dejar la autointerpretación histórico-psicológica
del hombre religioso, y la teología en cuanto a ciencia cultural e histórica, y
avanzar a la propia palabra de Dios, documentada en la Biblia, hacia la revelación,
el reino y la acción de Dios.
·
Dejar el discurso religioso sobre el concepto de
Dios y avanzar en la predicación de la palabra.
·
Dejar la religiosidad y avanzar hacia la fe
cristiana.
·
Dejar la necesidad religiosa del hombre para
acercarse a Dios, que es el “completamente distinto”, revelado sólo en
Jesucristo.
Su teología ha
visto antes que otras con claridad- con crítica teológica de la ideología- las
fuerzas despóticos-destructivas de la
racionalidad de la edad moderna, ha relativizado el imperialismo que se había
arrojado la razón ilustrada y confrontado la autoseguridad del sujeto moderno
con sus propios autoengaños; en resumen: su teología percibió antes que otras
la “dialéctica de la ilustración”, y se encargó de ilustrar a la Ilustración. A la
disolución liberal de lo cristiano en lo generalmente humano o histórico, Barth
opone una nueva concentración cristológica de la salvación en Cristo.
El compromiso
teológico, radicalmente nuevo, de Barth mostró su fuerza política contra la
pseudo-religión nazi, en 1934, en el sínodo
de Barmen, con la clara profesión de fe en Jesucristo, como la sola
palabra de Dios, al lado de la cual no pueden ser admitidos “como revelación
divina otros acontecimientos y poderes, figuras y verdades”.
Su teología:
Los textos bíblicos no son simples documentos de investigación filológico-histórica,
sino que hacen posible el encuentro con el “totalmente distinto”; los
testimonios perfectamente humanos de la Biblia, contiene la palabra de Dios, que el
hombre puede reconocer, acatar, y profesar públicamente.
Lo que se le exige al hombre va más
allá del mero observar e interpretar con objetividad una fe que siempre es una
empresa arriesgada: lo que está en juego es la salvación o condenación.
La misión de la Iglesia consiste en
hablar en la sociedad sin hacer concesiones y a través de la palabra humana de
la predicación, de esa palabra de Dios que el hombre puede aceptar confiado una
y otra vez.
Tanto
la predicación como la dogmática de la
iglesia han de concentrarse totalmente en Jesucristo, en quien, para los
creyentes, no solo habló y obró un “hombre bueno” ejemplar, sino, el mismo
Dios; Jesucristo es el criterio decisivo de todo discurso sobre Dios y el
hombre.
8 Iniciador
del paradigma teológico postmoderno
En su primer
clase primera de dogmatismo, Barth da un giro hacia atrás, un giro no
ciertamente falto de crítica, pero si chocante a los dogmas que fueron objeto
de controversia en la era moderna, en la trinidad y el parto virginal, hasta la
baja de los infiernos y la ascensión a los cielos: no solo volvió a la
ortodoxia del primer protestantismo sino también a la escolástica medieval y a
la patrística de la iglesia antigua.
Barth tiene
una convicción: “Creo para entender”. La fe tiene prioridad en todo,
según él, el cristiano desde el principio tiene que dar un salto a la cosa
misma. No ha de tratar de comprender primero, para creer después, como opina Schleiermacher, sino justamente al
revés, primero cree para indagando después en las posibilidades de esa fe,
comprenderla.
La fe es definida por él, como conocimiento
y aceptación de la palabra de Cristo, la cual sin embargo, es identificada
muy pronto con el credo cristiano, con la profesión de fe devenida en el curso
de una larga historia. Esta es la posición Barth basándose en Anselmo de que: partiendo como verdad
de que Dios existe, que es un ser con tres personas, que se hizo hombre, ahora
solo hay que reflexionar sobre en que medida eso es verdad.
La palabra de Dios es el propio Dios
en su revelación. Pues se revela como el Señor y ello significa, según la Escritura, para el
concepto de revelación, que Dios mismo en intacta unidad, pero también en
intacta diferencia, es el revelador, la revelación y el estar-revelado, o en
términos bíblicos: Padre, Hijo, y Espíritu Santo.
9
El
reto permanente de la teología natural
Hay que reflexionar y preguntar
por tanto:
·
Si la creación de Dios no es ya, una especie de
embudo de entrada para la gracia de Dios, que caía verticalmente desde arriba.
Si la creación de Dios, en el Barth tardío, puede ser plenamente aceptada
incluso como obra buena de Dios, hasta el punto de escribir cuatro tomos de la
dogmática sobre ella.
·
Si Dios, visto desde una perspectiva
teológica-objetiva, está sin lugar a dudas, en el inicio de todas las cosas y
así conserva constantemente el primado ¿Por qué no va estar permitido teológica
y metódicamente empezar con las preguntas y necesidades de los hombres de hoy,
para partir de ellas, preguntar por Dios, puesto que el orden del ser y del
conocer no son meramente idénticos?
·
Si para el cristiano el mensaje bíblico es
indiscutido sobre todo discurso sobre Dios ¿por qué tiene que depender de la
biblia todo discurso sobre Dios?
·
Y si lo enunciados negativos de la biblia sobre
error, tinieblas, mentira, pecado, son vistos como una invitación a la
conversión ¿por qué hay que silenciar, el hecho de que Dios es el Dios de todos
lo hombres y como tal está cerca, de tal modo a los no cristianos también?
Por último, Barth remitió la
doctrina de la reconciliación a través de Jesucristo, como luz del mundo. “Jesucristo es la sola luz, la única luz de
la vida”. Pero junto a esa “luz”, hay también “otras luces”, y junto a esa
“palabra”, hay “otras palabras verdaderas”. No obstante, frente a toda la empiria,
las otras luces son solamente reflejos
de la única luz que es Jesucristo, sostiene Kung.
Bibliografía
Kung; Hans. Grandes
pensadores cristianos. Una pequeña introducción a la teología. Editorial
Trotta: Madrid, 1995. Pp. 181 -212.